Cavar no es un trabajo sencillo. Requiere de una acción consciente, repetida y constante que, indistintamente de la profundidad, al final de dicha tarea se habrán obtenido dos cosas: cansancio y algunas cuantas marcas en las manos.
En los tiempos Bíblicos, las zonas escasas de manantiales, eran tierras que se llenaban de cisternas. Pozos profundos que intentaban contener el agua fresca de lluvia, sabiendo que en un lapso corto de tiempo, la tierra bajo el revestimiento de piedras, terminaría absorbiendo la misma.
Muchas veces, sabiendo que tenemos acceso a la Fuente de Vida, solemos darnos a la absurda tarea de cavar cisternas. Algunos cavan para sentirse aceptados, otros para sentirse amados. Muchos perforan buscando recibir reconocimiento, mientras que otros intentan encontrar estabilidad y retenerla en pozos inestables. Algunos se convirtieron en expertos cavadores de pozos mentales,buscando solucionar hoy, los afanes de mañana. ¿Sabés cuál es el fin de todo este trabajo? Un cansancio mental y un espíritu extenuado. (Jeremías 2:13)
El deseo de profundizar en Dios, tiene que estar precedido por una acción consciente: “No es lo mismo una fuente, que una cisterna”. Repetida, de la misma forma en la que el Salmista lo hacía: “una cosa he demandado y ésta buscaré…” y constante; llevándola a la práctica cada día de tu vida. (Salmos 27:4 )
Solo te resta elegir el resultado final que deseas obtener por tus acciones; y de esa manera sabrás que hacer: “Inútiles pozos profundos o profundizar en Dios.”
El Pastor y escritor José Luis Navajo, escribe: «Pidan rumbo y guía en la oración; acudan con insistencia al altar, porque mejor son las marcas en las rodillas que las marcas en el corazón»
«En la profundidad de Dios hay vida, hay descanso y provisión inagotable”