“No se desgarren la ropa en su dolor sino desgarren sus corazones». Regresen al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para enojarse y lleno de amor inagotable. Está deseoso de desistir y no de castigar. “ Joel 2:13 NTV
Este llamado del Señor a volverse a Él, se da quizá en uno de los tiempos más duros por el que pasó el pueblo de Dios. ¡Se había perdido todo! Ni siquiera les quedaban recursos para el sustento de alimentos, tampoco para sus ofrendas al Señor, los ánimos estaban desechos, ya no había alegría alguna en los corazones.
Y todo, producto de haber transitado sus propios caminos, seguido sus propios consejos, por haber caminado orgullosamente alejados de aquel que los sustentaba, dándole la espalda a Dios.
En medio de toda esta realidad, el Señor, lejos del rechazo y el olvido, muestra su «gran corazón«. Y antes que alguien dijera cosas alguna o se muestre arrepentido por haberse alejado del Señor, ya se encontraban recibiendo promesas de bien de parte de Dios.
– Prometió ser compasivo y devolver la dignidad.
– Prometió suplir las necesidades por las que están pasando.
– Prometió ser su protector y su fortaleza ante los enemigos.
– Prometió restaurar y devolver todo lo perdido y llenarlos de alegrías. – Prometió derramar su Espíritu sobre todas las personas
Quizá hoy nuestra realidad se pueda comparar con la mencionada en el profeta Joel; con un profundo sentimiento de pérdida, de que todo se terminó, o que ya no hay nada que hacer en esta o en aquella situación. Quizá tengamos profunda tristeza en el corazón, quizá nos encontremos desesperados por la necesidad, quizá ya no tengamos un corazón que ofrendar al Señor debido a nuestro pecado. Pero no olvides que el Señor tiene promesas para tu vida.
Y ante toda realidad, por contraria que nos parezca, aquel que hace nuevas todas las cosas nos dice: “Derramen sus corazones delante de mí, regresen mí, mi misericordia y compasión son para tu corazón humillado, soy tu fuente de amor inagotable, estoy deseoso de perdonar y restaurarte hoy”