devocionales

Viviendo conscientemente

«Relato breve de Sem, el día que el arca de Dios se cerró.»

El día que Dios cerró el Arca, como con una poderosa ráfaga de viento; el sonido fortísimo hizo eco en toda la tierra. Las personas levantaron la mirada hacia el coloso de madera que se podía divisar a gran distancia. Algunas mujeres que estaban sacando agua, bajaron sus cántaros lentamente al suelo, sus ojos bien abiertos y una expresión de asombro mezclada con temor desfiguran sus rostros. hombres que practicaban juegos donde medían sus fuerzas y se burlaban el uno del otro, soltaron unas risas entrecortadas, nerviosas. Solo era el principio, lo peor estaba por suceder!

Al instante los abismos del cielo fueron abiertos, las aguas golpeando la tierra generando sonidos impetuosos; fue ensordecedor y estremeció a todo ser viviente, como zumbidos retumbantes de muchas aguas.

 En ese momento me invadió una sombra de temor y adrenalina que me revolvió las viseras; no aguante y con arcadas punzantes empecé a vomitar, las lágrimas corrían por mis mejillas; jamás sentí algo así.

 Los animales en el arca, largaban grandes alaridos de lamento, pareciera que se comunicaban entre ellos. Se movían nerviosamente y saltaban en sus lugares. En la tierra los animales apresurados buscaban un refugio. Un refugio que no les salvaría en tamaña catástrofe que se  desarrollaba a gran velocidad y sin escalas.

Las personas en la tierra lloraban, pedían ayuda, socorro, gritaban con todas sus fuerzas! corriendo por todas las direcciones se chocaban entre si, el que caía al suelo era pisoteado por la multitud desesperada, eufórica, atónita, desconsolada y angustiada.

 Las aguas llegaron arrastrando todo a su paso; el Arca se empezó a hamacar, nos sostuvimos con la viga de madera que teníamos más cerca. En ese momento no podíamos escuchar los gritos de la persona que teníamos al lado en el lugar que nos toco refugiarnos. Pareciera que quedamos sordos, que el tiempo transcurría en cámara lenta, las bocas se movían, las manos se agitaban, pero no nos podíamos comunicar en medio de la penumbra. Se escuchaban golpes fuertes y secos en el casco del barco; me preguntaba: ¿serán rocas, troncos, animales, cuerpos de personas, lo que se agolpa contra la resonante madera?

Luego de horas eternas de angustia, caos, desconcierto e interminables agitaciones, giros y ruidos agobiantes que golpean el aire. Solo quedó la inmensidad; la desolación; las aguas sin principio ni fin; todo lo que era conocido hasta ese momento, visible a los ojos, estaba ya cubierto.

Mateo 24:37-39 «Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé.  En esos días, antes del diluvio, la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y casamientos, hasta el momento en que Noé entró en su barco. La gente no se daba cuenta de lo que iba a suceder hasta que llegó el diluvio y arrasó con todos. Así será cuando venga el Hijo del Hombre.«

Las personas pudieron ver muchas señales de lo que Dios iba a hacer, más decidieron seguir su percepción de la vida e interpretar dichas señales a conveniencia o restando importancia al mensaje de las mismas. Dios dispuso un tiempo de gracia antes de cerrar las puertas del Arca. Hoy en día lo dispone igual para nosotros.

Un día; así como se cerraron dichas puertas, se van a cerrar nuestros ojos; y ya no va a ver tiempo para el arrepentimiento, la fe o la decisión distinta.

La pregunta es: ¿Vivimos conscientes de que todas las decisiones y acciones de nuestra vida repercuten para la vida eterna?