«Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios.» Efesios 2:8
El momento de crisis más importante que una persona puede llegar a experimentar en su vida, es cuando se encuentra frente a frente con la gracia de Dios. Es aquí donde debe tomar una decisión crucial. Debe decidir entre dos caminos, uno asume que está afirmación es de carácter significativo para su vida, mientras que por el contrario el otro decide que carece de importancia.
El regalo de Dios es tan sorprendente, conveniente e inconsecuente que ni siquiera nos permite darnos cuenta de lo lejos que nos encontramos de merecerlo. Inclusive nos pasa que por la culpa que sentimos, casi que deseamos que nuestras acciones sean castigadas debido a la vergüenza y humillación que experimentamos ante tanto favor incoherente e inmerecido.
¿Será que estamos percibiendo la gracia de forma inadecuada o equivocada? Para nuestra sorpresa esto es imposible. !La gracia es lo que es!
Un don, una dádiva, no se puede comprar, no tiene devolución, se nos fue otorgada incondicionalmente. Por lo tanto nos deja delante de dos puertas para abrir, dos tipos de suelos donde construir, y dos yugos para elegir llevar.
En conclusión la gracia solo puede ser valorada y despreciada. Ante tamaña realidad debemos decidir si seguimos por la senda de la ingratitud, la autopreservación, la disputa, el individualismo, y la destrucción que nos lleva a la acumulación de mayor maldad para condenación. O por el contrario, en el reconocimiento elegimos la restauración, restitución, justicia, solidaridad y misericordia otorgada, dispuestos a honrarla y replicarla por ser lo mas maravilloso que hemos alcanzado.
«Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.» 2 Timoteo 2:1